FAUVISMO

El puente de Charing Cross (1906) A. Derain
Con la llegada del siglo XX empezaron a surgir una serie de movimientos artísticos, conocidos como vanguardias, que buscaban básicamente la innovación, desafiando los modelos y valores existentes hasta el momento. Estos estilos se sucederían con enorme rapidez, tomando elementos de unos y otros y sin apenas tiempo para asimilarlos.

El primero de estos movimientos fue el fauvismo, desarrollado entre 1904 y 1907 aproximadamente. El nombre proviene del francés fauve, fiera, término con el que el crítico Louis Vauxcelles denominó al grupo de pintores que expusieron sus obras en el salón de Otoño de París en 1905.

Las obras, de colores estridentes, agresivos e irreales, contrastaban con la escultura de estilo renacentista de Marque, también expuesta en el Salón, ante lo que el crítico expresó Donatello chez les fauves, Donatello entre las fieras.

El río Sena en Chatou (1906) M. Vlaminck
Los fauvistas buscaban la superioridad del color sobre las formas, esto ya se había podido entrever en obras de Van Gogh y, sobretodo, Gauguin pero los fauves lo remarcaron con la utilización de colores primarios, el juego de complementarios y las tonalidades chillonas y agresivas.

Otra de las características de los pintores fauvistas fue la técnica de pincelada suelta con gruesos empastes, sin mezclas y evitando matizar los colores. Las figuras, planas, se encerraban en gruesas lineas de contorno para ayudar a definir el espacio de cada color, renunciando a la perspectiva clásica, al claroscuro y al modelado de los volúmenes.

Los temas más usados fueron retratos en interiores, tomando como modelos a su entorno familiar y amigos, naturalezas muertas y paisajes. También se interesaron por el arte africano.

Retrato de M. Matisse (1905)
H. Matisse
El grupo fue liderado por el pintor Henri Matisse, al que siguieron otros artistas como Derain, Vlaminck, Braque o Dufy, pero, al igual que ocurrió con los impresionistas, solo permanecieron unidos por un breve período de tiempo ya que no formaban un movimiento definido, carecían de un manifiesto fundacional o un programa estético, y mantuvieron su independencia creativa.

El fin del movimiento se puede atribuir a una renovada atención a la obra de Cezanne, que tras una exposición celebrada en París en 1907, al año siguiente de su muerte, revivió su énfasis por el orden natural y la estructura.

Ese mismo año Picasso pintó Las señoritas de Avignon, y dio paso a la llegada del cubismo.