RETABLO DE SANT JORDI

En el museo Diocesano de Mallorca se conserva una de las mejores obras de la pintura medieval mallorquina, el retablo de Sant Jordi pintado por Pere Niçard, declarado por su valor artístico y documental bien de interés cultural.

Pere Niçard. Retablo de Sant Jordi
De su autor conocemos muy poco, tenemos documentada su estancia por dos años en Mallorca, años en los que estuvo trabajando en la tabla central del retablo. Posiblemente proviniera de Francia, debido a su relación con la colonia francesa de la isla, que con su dinero garantizó la finalización de la obra, que de acuerdo con el contrato debía estar acabada para finales de 1468 pero que, por enfermedad o capricho, no se acabó hasta 1470, año en el que dejamos de tener noticias suyas.

La obra fue contratada por la cofradía de San Jorge para su capilla en la iglesia de san Antonio de Padua en Palma, según el contrato y las condiciones de trabajo de los talleres medievales, Pere Niçard tuvo que compartir su trabajo con un maestro local, Rafel Mòger. Niçard se haría cargo de la tabla principal y tres compartimentos de la predela, mientras que a Rafel Mòger le corresponderían las dos tablas laterales y la punta del retablo, perdidas, además de los otros compartimentos de la predela.

Rafel Mòger. Pedrela.
Se trata de una tabla al aceite y al temple, en la que se representa la leyenda del santo en el momento que da muerte al dragón, observado por la princesa y con la representación idealizada de la ciudad de Palma como fondo, aunque con ciertos detalles realistas que constituyen una valiosa fuente de información sobre el aspecto de la ciudad en el siglo XV. En la predela aparece el martirio de San Jorge, Cristo con los instrumentos de la pasión y la entrada de las tropas cristianas a la ciudad musulmana de Mallorca.

Pere Niçard. Detalles de la ciudad de Palma.
Desde un punto de vista técnico y estilístico este retablo aporta importantes innovaciones respecto a la pintura que se realizaba en Mallorca en ese momento, novedades introducidas por Pere Niçard y que se basan en un importante conocimiento del arte flamenco coetáneo, como el uso de la pintura al aceite que permitía efectos de brillos y reflejos, como la princesa reflejada en el lago o las figuras del pintor y un cofrade en la greba del santo, así como rasgos compositivos y formales, como el detallismo, el protagonismo del paisaje, con una cierta voluntad de realismo, los rayos que iluminan la cabeza del santo o el tipo figurativo de la princesa.